Uno de los tesoros más espectaculares encontrados en nuestra provincia es el conocido como tesoro de El Carambolo. Una excavación en un pequeño cerro conocido como El Carambolo de la localidad de Camas nos permitió volver a disfrutar de él. No obstante, el misterio de su procedencia aún no ha sido desvelado al cien por cien por los historiadores. Para dar con su origen hay que retroceder en el tiempo hasta varios siglos antes de Cristo, cuando nació una leyenda que aseguraba que allí estaba enterrado un tesoro de un valor incalculable. Casualidad o no, cuando aquel relato aparentemente de ficción parecía haber perdido hasta su último ápice de credibilidad, el tesoro salió a la luz de la manera más inverosímil posible y en el momento más inesperado.
Ese momento fue el 30 de septiembre de 1958. La Real Sociedad de Tiro de Pichón de Sevilla, que había adquirido esos terrenos años atrás, estaba realizando unas obras para mejorar sus instalaciones y albergar un importante torneo internacional. El arquitecto, no del todo satisfecho con la posición de una de las ventanas, mandó excavar quince centímetros más a sus obreros y durante la tarea, uno de ellos, Alonso Hinojos del Pino, encontró un brazalete de 24 quilates. Al observar que le faltaba un adorno, animó a sus compañeros a que le ayudaran a encontrarlo y la sorpresa de todos se multiplicó al realizar un nuevo hallazgo: un recipiente de barro cocido que contenía más objetos preciosos.
Los albañiles no sabían qué hacer. Algunos creyeron que eran joyas millonarias y otros, para demostrar que eran simples imitaciones, doblaron una de las piezas hasta romperla. Cuando esto sucedió, dejaron de pensar en repartirse el botín y lo entregaron con la sospecha de que pudiera tener un gran valor histórico.
Y la intuición no les falló, ya que poco después el arqueólogo Juan de Mata Carriazo realizó un minucioso examen del tesoro y presentó el correspondiente informe. Una de sus frases resume la importancia de lo hallado de la siguiente forma:
"El tesoro está formado por 21 piezas de oro de 24 quilates, con un peso total de
El profesor Carriazo estableció que estas piezas pertenecían, fijando un amplio margen de error, a un período comprendido entre los siglos VIII y III antes de Cristo, agregando: "Un tesoro digno de Argantonio", legendario rey de Tartessos. Esta táctica de aprovechar un nombre de la mitología clásica o grecolatina viene del descubridor de Troya, Henry Schliemann, que al descubrir unas piezas de oro dijo que eran de la princesa Helena de Troya y una máscara funeraria era de Agamenón, sin tener prueba alguna de ello.
Otros estudios posteriores fueron más allá y puntualizaron que las muestras encontradas pertenecieron a un solo hombre, que podría haberlas portado como distinciones en momentos de máxima ostentación. No obstante, las investigaciones más recientes discrepan de esta teoría y proponen otra: que el lugar donde fue hallado era un santuario dedicado a Astarté y Baal, los dos dioses más importantes de los fenicios, y que los objetos suponían el ajuar de su sacerdote.
Diversas técnicas fueron empleadas en su ejecución: fundido a la cera perdida, laminado, troquelado y soldado. Algunos elementos, debido a las concavidades que presentan, tuvieron que llevar incrustaciones de turquesas, piedras semipreciosas o de origen vítreo. Una de las joyas más destacadas, que presenta una decoración floral bastante distinta del resto del tesoro, consiste en una cadena doble con cierre decorado, de la que penden siete de los ocho sellos giratorios originales. Estos sellos, que en su origen podrían haber servido para marcar propiedades, sellar contratos, o acreditar un control administrativo, se clasifican como correspondientes a la época tartésica orientalizante y se cree que podían haber dejado de tener su función original como sellos y haberse convertido posteriormente en mera joya de adorno.
Existen, además, otras interrogantes que quedan por despejar sobre el tesoro de El Carambolo. Hay quienes se siguen preguntando por qué se guarda con tanto celo en la caja fuerte de un banco, por qué sólo estuvo unos meses expuesto en el Museo de Arqueología y por qué el Ayuntamiento de la ciudad decidió destituir a Don Jesús Aguirre (duque de Alba) como comisario de la Expo 92 cuando intentó -sin éxito- solicitar una réplica exacta. Aguirre encargó dicha reproducción a un prestigioso joyero de Madrid, conocido suyo, para ser expuesta. Pero el temor de destacados miembros del Ayuntamiento sevillano a que las piezas originales pudieran ser sustituidas por una copia al ser devueltas, produjo un enfrentamiento verbal con el Duque de Alba que desembocó en el cese de su cargo como Comisario.
La última controversia que rodea al tesoro es la prohibición por parte del Ministerio de Cultura de su exhibición temporal en las “setas” de la plaza de la Encarnación por las dudas sobre las condiciones de seguridad que ofrece el complejo de Jürgen Mayer, entre otras razones. De esta forma se da al traste con la idea de utilizar el tesoro como principal reclamo del espacio “Antiquarium”, que exhibe algunos de los vestigios romanos hallados durante las obras de Metropol Parasol.
La Dirección General de Bellas Artes ha basado su decisión en los informes remitidos por la dirección del Museo Arqueológico de Sevilla y la Comisión de Bienes Muebles de la Consejería de Cultura. Ambos se oponen al traslado de las joyas por "razones científicas y museográficas". El último de estos estudios destaca el riesgo de “banalizar” el tesoro con su inclusión en dicha zona expositiva.
Y es que aunque actualmente el tesoro es propiedad del Ayuntamiento de Sevilla, de acuerdo con el convenio que dio lugar a su compra en 1963, está adscrito a la colección del Museo Arqueológico de Sevilla, de titularidad estatal pero con la gestión en manos de la Junta de Andalucía. De esta forma, cualquier decisión sobre su exhibición debe contar siempre con el visto bueno del Ministerio de Cultura.