CURIOSIDADES Y LEYENDAS DE SEVILLA ** Manuel Espinosa ** Historia  

Publicado por: Pandora

LA BELLA SUSONA

Sucedió en Sevilla allá por el siglo XIV. Los judíos de la ciudad, tras la larga persecución que habían sufrido, habían obtenido la protección de la Autoridad Real y vivían con ciertas garantías. Sin embargo no se sentían del todo seguros y soportaban innumerables vejaciones. Esto despertó en algunos de ellos un rencor que pronto había de convertirse en afán de venganza. Y a tal efecto, un judío muy principal llamado Diego Susón ideó un plan que habría de sembrar el terror en Sevilla, y con el que quizás también pretendiera organizar un general levantamiento de judíos en todo el reino. Recordaban los judíos que las persecuciones de los visigodos dieron ocasión a que sus antepasados organizasen una rebelión, al mismo tiempo que facilitaron a los árabes la invasión de España. Ahora quizás podrían hacer lo mismo. Así comenzaron en casa de Diego Susón a celebrarse reuniones secretas para estudiar el plan de la que sería la gran sublevación judía de España.

Tenía Diego Susón una hija, a la que por su extraordinaria hermosura se llamaba en toda Sevilla “la fermosa fembra“. Y ella, engreída por la admiración que despertaba su belleza, llegó a hacerse ilusiones de alcanzar un alto puesto en la vida social. Así, a espaldas de su padre, se dejaba cortejar por un mozo caballero cristiano, de uno de los más ilustres linajes de Sevilla y que tenía en su palacio un escudo de gloriosa heráldica.

La bella Susona se veía a escondidas con el galán caballero, y no tardó en ser su amante.
Cierto día, cuando Susona dormía en su habitación, se reunieron en la casa los judíos conjurados para ultimar los planes de la sublevación. Pero Susona no dormía porque, como todas las noches, aguardaba a que su padre se acostase para huir sigilosamente de la casa a reunirse con su amante hasta el amanecer. Susona escuchó palabra por palabra toda la conversación de los conspiradores, y mientras tanto, su corazón latía angustiado pensando que entre los primeros a quienes darían muerte estaría su amante, que era uno de los caballeros principales de Sevilla.

Aguardó a que terminase la reunión de los judíos y cuando todos se marcharon y su padre se acostó la bella judía abandonó la casa, marchó por las calles de la Judería hacia la actual Mateos Gago, por donde se salía del barrio. Desde allí se dirigió a casa de su amante y entre sollozos le refirió todo lo que había oído. Inmediatamente el caballero acudió a casa del Asistente de la Ciudad, que era el famoso don Diego de Merlo, y le contó cuanto la bella Susona le había dicho. Acto seguido, don Diego de Merlo, con los alguaciles más fieles y de confianza, bien armados, recorrió las casas de los conspiradores, y en pocas horas los apresó a todos. Pasados unos días, todos ellos fueron condenados a muerte y ejecutados en la horca de “Buena Vista“, en Tablada.

El mismo día que ahorcaron a su padre, la fermosa fembra reflexionó sobre su triste suerte. Aunque su denuncia había sido justa, no la había inspirado la justicia, sino la livinidad, pues el motivo de acusar a su padre fue solamente para librar a su amante y poder continuar con él su vida de pecado. Atormentada por los remordimientos, acudió Susona a la Catedral para pedir confesión. El arcipreste la bautizó y le dio la absolución, aconsejándole que se retirase a hacer penitencia a un convento, como así lo hizo. Allí permaneció varios años hasta que, sintiendo tranquilo su espíritu, volvió a su casa donde en lo sucesivo llevó una vida cristiana y ejemplar.

Finalmente, cuando murió Susona y abrieron su testamento encontraron una cláusula que decía: “Y para que sirva de ejemplo a las jóvenes, y en testimonio de mi desdicha, mando que cuando haya muerto separen mi cabeza de mi cuerpo y la pongan sujeta en un clavo sobre la puerta de mi casa, y quede allí para siempre jamás.”
Se cumplió el mandato testamentario y la cabeza de Susona fue puesta en una escarpia sobre el dintel de la puerta de su casa, que era la primera de la calle que hoy lleva su nombre. El horrible despojo secado por el sol, y convertido en calavera, permaneció allí por lo menos desde finales del siglo XV hasta mediados del XVII según testimonios de algunos que la vieron ya entrado el 1600. Por esta razón se llamó calle de la Muerte, hasta que en el siglo XIX se cambió por el de calle Susona que ahora lleva.



Ésta fue la triste historia de una mujer que, movida por el amor y por el interés, entregó a su propio padre al patíbulo, y que después acosada por los remordimientos no pudo gozar de aquel placer que tan irresponsablemente había buscado.

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En memoria de mi compañera María del Mar. Allí donde estés, sigue sonriendo.

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4 comentarios

Una bonita historia de amor, traición, muerte y arrepentimiento eterno. No sabía de la existencia de estos echos, pero sin duda me ha encantado. Por cierto, a este hombre le salio el tiro por la culata con la hija, ¿no? No me gustaría verme en su pellejo, jejeje. Es curioso, ahora me pregunto si verdaderamente se puede llegar a estar tan enamorado de alguien como para traicionar a un familiar tuyo hasta ese punto.

6 de diciembre de 2010, 15:54
Reyes  

Hermosa e interesante historia. Ni la conocía ni ubico ahora la calle. Habrá que organizar una excursión rumbo "Susona".¿Sabes si hay allí algun sitio para picar algo? Besos.

6 de diciembre de 2010, 21:58

Una historia tan tremenda que alguien tenía que escribir sobre ella. Además Sevilla, por su situación y su papel en la historia, puede que sea una de las ciudades del mundo que más hechos de este y de cualquier tipo haya dado, así que esta sección tuya está llena de posibilidades. Y ,por supuesto, tratándose de Sevilla, seguro que cerca de cualquier rincón que tú nos descubras habrá un sitio para picar.

8 de diciembre de 2010, 12:20

Por supuesto, además de darnos una vuelta para conocer la calle seguro que encontramos algún sitio donde podamos picar algo. Queda pendiente.
Gracias por vuestros comentarios.

11 de diciembre de 2010, 14:01

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