LA MÁQUINA DEL TIEMPO ** Manuel Espinosa ** Historia  

Publicado por: Pandora


Es el sueño de cualquier apasionado de la historia, un medio que nos permite transportarnos a diferentes épocas y momentos decisivos de la humanidad. Usaremos esta peculiar máquina del tiempo para viajar a todos esos lugares soñados, independientemente de si quedan lejos de nosotros o de si desaparecieron para siempre. La palabra escrita, la fotografía y el video serán nuestros acompañantes y nos facilitarán esta tarea.

Desde Pandora, nuestro lugar de encuentro, nos aventuraremos cada mes en un destino concreto de la historia. Para ello lo único que tendremos que hacer es programar nuestra máquina con los datos correspondientes y dejarnos llevar por todo aquello que veremos y oiremos.

BUEN VIAJE.

Segundo Destino

Lugar: ESPARTA.

Coordenadas: 37º 6′ 0″ N y 22º 18′ 0″ E

Fecha: 198 a. C.

Información útil para el viaje:

Los datos introducidos en nuestra máquina nos llevan hasta el centro de Esparta, y más concretamente, al templo de Artemisa. Allí somos testigos de un espectáculo que no nos deja indiferentes, ya que los jóvenes de Esparta son azotados con látigos en el altar del templo. Al preguntar a los espectadores explican que con frecuencia este ejercicio es realizado durante todo el día hasta la muerte, y que ellos lo soportan con valentía, compitiendo alegres y orgullosos para ver quien aguanta el látigo durante más tiempo o el mayor número de veces. Al vencedor se le alza en hombros como tributo.

Ante tal peculiar costumbre es inevitable la curiosidad de saber más acerca de esta civilización. La historia que nos relatan nos hace ver que se trata de un mundo que se rige por unos ideales únicos. En este siglo II a.C. en el que nos situamos Esparta se encuentra en plena decadencia, pero fieles a sus valores, subsisten y recuerdan sus hazañas pasadas.

Nos refieren una fecha concreta, el año 480 a.C., y un lugar determinado conocido como Termópilas (puertas de calor). Allí los griegos se enfrentaron a la invasión del ejército persa de Jerjes I, siendo cien veces más numerosos que ellos, y resistieron.

Protagonista, muy a su pesar de esta batalla fue un soldado llamado Aristodemus. Su vida, como la de cualquier niño espartano fue austera y llena de sacrificios. Nada más nacer eran revisados para comprobar si presentaban algún defecto físico, en cuyo caso eran arrojados por el Monte Taigeto. A los siete años acudían a la escuela del estado, la Agoga, donde aprendían a leer y escribir sólo lo imprescindible para servir en su puesto. La función principal de esta educación era entrenarlos para conseguir guerreros a través de un estricto adiestramiento, estaba focalizada en la guerra y el honor. Las madres espartanas solían decir a sus vástagos al partir a la guerra: “Vuelve con el escudo o encima de él”, en referencia al honor que debía presidir a cualquier espartano en el campo de batalla, y al deshonor social de rendirse, aun a costa de sus propias vidas.

Cuando los soldados cumplían veinte años se unían a la mesa colectiva, donde aportaban alimentos y disfrutaban de banquetes diarios con sus compañeros. Podían tomar esposa pero eso no cambiaría su rutina diaria. Compartían todo: entrenamientos, comidas, cama…, y eso hacía que se crearan unos vínculos muy especiales entre ellos. No se podía aspirar a mayor gloria que morir en el campo de batalla defendiendo al ser amado.

Con 30 años, Aristodemus alcanzó el último paso de la educación espartana, ya era un igual, un ciudadano a todos los efectos. A partir de entonces se dedicaría a los asuntos de estado y al arte de la guerra. Podía vivir con su familia pero no le estaba permitido dedicarse a la agricultura o al comercio, esas tareas estaban reservadas para otros. Pero justo en ese momento el ejército de Jerjes I se aproximaba y Aristodemus fue destinado a la primera línea de su falange. Estas agrupaciones en la batalla estaban compuestas siempre por los mismos soldados, sólo cuando se retiraban a los cincuenta y cinco años otro hombre ocupaba su lugar.

Una vez en Las Termópilas, las características del terreno y las estrategias de los espartanos hicieron que la superioridad numérica de los persas se viera compensada durante dos días. Pero un campesino mostró un sendero a través de las montañas, y los sorprendieron. Ante esta situación desesperada, el rey espartano Leónidas ordenó la retirada a sus aliados griegos y con sus trescientos soldados se aprestó a resistir. Como prueba de admiración, setecientos soldados de la ciudad-estado de Tespias decidieron quedarse para luchar junto a ellos.

En el segundo día de la batalla, Aristodemus y su compañero Uretas cayeron heridos. Leónidas les ordenó descanso, pero Uretas, ante el avance de los persas, pidió su armadura y fue a combatir. A Aristodemus, en cambio, le falló el corazón y se mantuvo en la retaguardia. Después de varios combates, la superioridad numérica de los persas terminó por vencer a los espartanos. En el campo de batalla sólo quedaban dos de ellos con vida, nuestro protagonista era uno, y para cualquier espartano éste era el peor destino. Había perdido su honor y, de regreso a casa, ningún ciudadano le ofrecía su fuego ni le dirigía la palabra, incluso lo llamaban Aristodemus el cobarde. Era un hombre acabado, así que luchando un año después en Platea se lanzó sobre las líneas enemigas y acabó con su amargura.


A pesar de la derrota, el tiempo ganado por los espartanos fue bien empleado, ya que cuando los persas se enfrentaron de nuevo a los griegos fueron destruidos en la gran batalla naval de Salamina. Durante el siglo siguiente Esparta fue la ciudad-estado más poderosa de Grecia, derrotando incluso a su eterno rival, Atenas. Pero no pudieron trasladar su estilo de vida militar a otras ciudades, para ellos era más fácil conquistar tierras que gobernarlas.

Hacia el siglo II a.C. Esparta y su mundo se estaba desmoronando.

Bien, pues con la información necesaria para situarnos, sólo nos queda un paso, comenzar el viaje… (ah, y no te preocupes, al finalizar, nuestra máquina nos traerá sanos y salvos de vuelta a la actualidad).



Historia - Esparta: código de honor


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1 comentarios

Anónimo  

Me gusta mucho la historia, pero aún más si me la presentan de una forma tan amena. Gracias.

7 de marzo de 2010, 19:36

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