Querido Londres:
Buenas tardes, Londres, ¿Cómo te encuentras? Te escribo días después de haber llegado a España. Tengo tantas cosas que contar y agradecerte… No sé ni por dónde empezar.
Nunca había estado en deuda con nadie, pero ahora lo estoy contigo. Te debo tanto… Gracias a ti supe qué es estar solo, en un país desconocido, aunque también aprendí a perfeccionar las relaciones sociales, con las amistades que hice en tus tierras poco a poco. Conocí a personas de países que ni siquiera sabía que existían. Descubrí un modo diferente de mirar la vida, lo bello que es explorar. Me demostraste que, con seguridad e ideas claras, se puede llegar a cualquier lugar. No hay nada comparable con el hecho de compartir con personas de otras culturas y razas momentos de conversación, ocio, deporte, paseos, risas, llantos… y todo en una tierra lejana.
Qué sensación mas extraña sentí cuando me bajé solo del avión y lo único que llevaba encima era una maleta, la dirección de la casa alquilada y un mapa. Me quise ir a la aventura. Lo hice. Me alegro.
Siempre he sabido que vivo en Benacazón, que está dentro del Aljarafe, que está dentro de Sevilla, que está dentro de Andalucía, que está dentro de España… ¡y ahora me dices que España es una pequeña parte del mundo! Londres, eres sorprendente, eres magia…
No me odies por querer visitar otros lugares, pero has hecho germinar en mí una curiosidad mayor que la que ya tenía. Quiero saber qué se oculta más allá del horizonte. No quiero que me cuenten nada, quiero descubrir por mí mismo.
Cada vez que recuerdo los momentos vividos en ti, los secretos que solo tú y alguien más sabéis, todo lo que vi de ti, todo lo que viste de mí… la emoción me traiciona y no puedo evitar llorar de alegría.
Para terminar, quiero decirte que mientras venía en el avión de vuelta hacia Sevilla me di cuenta que te habías quedado con un trozo de mí para siempre. Es imposible que lo pueda recuperar, pero no dudes de que volveré a visitarlo, por más tiempo, mucho más tiempo.
Un abrazo.