EL PRISMA VIOLETA ** Ana Calafat ** Entrevista  

Publicado por: Pandora

Desde este particular prisma de tonos violáceos, deseo tener una toma de contacto con mujeres pioneras y valientes, mujeres que han escrito su historia con letras mayúsculas. Personas con gran corazón y coraje. Aunque humildes, no por ello menos importantes. Desde mi osadía como entrevistadora les quiero dedicar un tiempo de gloria.


Cómo presentar a una mujer que es conocida tanto dentro como fuera del pueblo. No tengo palabras para expresar lo mucho que aportó a mi vida cuando tuve la suerte de conocer a Rocío la del chico Marcelo. La veía por todas partes, pero fue en el club de la lectura cuando comprobé su valía humana, siempre al lado de los necesitados. Sus tertulias en la bodeguita también son sonadas en el pueblo, y cuando tengo la suerte de salir a comer con ella, me preparo para pasar siempre un buen rato.

Es hermana de las hermandades del Rocío y de la Vera Cruz de Benacazón, participa en la residencia de ancianos, en todas las actividades eclesiásticas, es actriz en el Grupo Celada, pero sobre todo y como ella misma dice, voluntaria en el Hospital San Juan de Dios.

Creo que el pueblo de Benacazón tiene una gran suerte de tenerla como vecina y yo como amiga.


Rocío Rodríguez Ramírez



¿Cómo son tus recuerdos de la niñez?

Son bastante felices, mi casa daba a dos calles, la gente pasaba de un lado a otro y siempre estaba llena de personas. Mi madre jamás me reñía, así que llevaba a todas mis amigas, y como siempre estaba repleta, nunca había monotonía en la casa. También iba con mis amigas a la plaza, allí jugábamos al escondite, a la lima, al tejo, así pasábamos toda la tarde. El colegio era diferente a como es ahora, no teníamos ordenadores, con lo cual nuestros juegos eran grupales. No pude haber tenido una infancia mejor, al ser la pequeña de las hermanas, fui una niña algo mimada.

¿Era solidario el pueblo en que tú te criaste?

La gente responde cuando pasa algo, de hecho todos los curas que pasan por este pueblo dicen que la gente, aunque se enfaden entre ellos, siempre terminan tomando una cerveza juntos.

¿Cómo fue tu adolescencia?

No había tanta libertad como hay ahora, para ir al cine teníamos que pedir permiso, también hacíamos guateques y excursiones a la playa en los autobuses públicos. Mi hermana tenía un carro, y ella y yo llevábamos la comida y nos montábamos en él, (aquello parecía la Casa de la Pradera), la gente caminaba detrás como si se tratara de una romería, así íbamos hasta el río y pasábamos el día todos juntos. Las tardes eran de paseo por la calle Real y los domingos íbamos al cine. Como podréis comprobar no existía malicia ninguna.

Tu primer negocio en el pueblo, ¿fue…?

Una tienda, la monté con veintiuna mil pesetas, la gente me pagaba a dita, entonces se abría hasta los domingos. A mí siempre me han gustado los negocios, aunque yo estudié bachiller y secretariado. La gran mayoría de la gente que compraba en mi negocio trabajaba en las aceitunas, y compraban vajillas, cristalería, baterías para la dote. Así fui ampliándolo y tuve el negocio treinta y tres años.

En un pueblo tan pequeño, ¿cómo surgieron tus alas?

Por la lectura y por los viajes, con el tiempo también se evoluciona. Siempre me muevo por la cultura en general. Pero mi punto de partida es el pueblo, en él me siento libre.

¿Quién te enseñó a disfrutar tanto de la vida?

Fue mi padre, de todo te montaba una fiesta, organizando todo tipo de eventos. Fue quien me introdujo en el Rocío, siempre decía: “La casa se cierra para el Rocío y aquí va al Rocío hasta el gato”. Mi madre siempre contaba anécdotas y la gente la escuchaba embelesada, aquello era como una terapia.

De todo lo que realizas en estos momentos, ¿qué es lo más gratificante?

El Hospital San Juan de Dios, en el que estoy como voluntaria, aunque se escuchen muchos problemas y estés en contacto con tantos enfermos, a veces terminales. Cuando vuelvo a mi casa lo que yo siento es muy gratificante, borrando todo lo demás.

Para llevar a cabo este trabajo tengo que mentalizarme y sacar todo lo positivo que hay en mí para poder entregarme a los demás. Pienso que si no tienes una parte positiva no puedes darla y cuando algún familiar me agradece mis servicios no lo cambiaría por nada en el mundo. Sin el voluntariado no sabría vivir.

¿Te gustaría dedicarte más al teatro?

Sí, me gusta el teatro, me gustaría que la gente participara más y se entregara. La parte de expresión corporal te saca de dentro lo mejor y aún siendo yo misma me siento completamente diferente. Me gustaría tener más tiempo de ensayo y hacer más obras.


¿Qué sientes cuando cuentas tus anécdotas?

Me gusta que se rían conmigo, yo me lo paso muy bien y eso se nota. La gente se sorprende de que me puedan pasar tantas cosas pero lo cierto es que siempre una tragedia la convierto en anécdota, eso es innato en mí.

Y para finalizar, ¿qué cambiarias de tu vida?

No cambiaría nada, no pido nada más que ser como soy. Aunque el no saber decir que no me acarrea muchísimo trabajo, ello me mantiene siempre activa. Me siento muy mal si alguna vez digo no.


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2 comentarios

Anónimo  

Personas como tú hay pocas. Gracias por ser como eres.

2 de julio de 2010, 12:13
Anónimo  

Rocío, desde aquí quiero agradecerte tu labor como voluntaria en el hospital, hace poco tu marido me lo estuvo comentando y me alegre mucho de que seas tan valiosa para las personas que en esos momentos nos encontramos un poco perdidas y desamparadas. Sigue así, gracias de nuevo.

3 de julio de 2010, 16:00

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