EL PRISMA VIOLETA ** Ana Calafat **  

Publicado por: Pandora

25 de Noviembre, DÍA INTERNACIONAL CONTRA LA VIOLENCIA DE GÉNERO.

A fecha de 23/10/2010 son cincuenta y seis mujeres las que han perdido la vida a manos de sus parejas o ex parejas dentro del ámbito familiar. Parece mentira que en pleno siglo XXI las mujeres sean eliminadas ante la pasividad de la aplicación de la ley y una sociedad poco colaborativa.

La elección de este día como fecha internacional contra la violencia de género fue un acuerdo tomado en el Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, celebrado en 1981 en la ciudad de Bogotá.

Es un pequeño homenaje a las hermanas Mirabal: Minerva, Patria y María Teresa. Minerva y María Teresa fueron a visitar a sus esposos a la cárcel (presos políticos por la dictadura de Trujillo) en compañía de su hermana Patria. Allí fueron capturadas al ser interceptadas por agentes del Servicio de Inteligencia Militar. Conducidas a un cañaveral próximo, fueron objeto de las más crueles torturas y destrozadas a golpes. Una vez estranguladas las volvieron a introducir en el vehículo en el que viajaban, arrojándolas a un precipicio para simular un accidente.

El siguiente poema es de Märta Tikkanen, escritora finlandesa. Lo escuché por primera vez en la voz de Rafael Taibo, llamándome la atención y copiándolo en seguida. Me gustaría compartirlo con vosotras y vosotros.

EN CÁMARA LENTA


En cámara lenta

levantas la mano

que vas a descargar sobre mí.

Hay tiempo de que pasen muchas cosas

por mi cerebro

antes de que tu mano

llegue hasta mí.

Pienso

en todas las mujeres

que en todas las épocas

han vivido este instante,

el instante que precede al golpe de la mano.

El miedo me paraliza

impidiéndome soltarme,

morder, dar patadas, huir,

no puedo abrir la boca,

no grito,

la sensación de verse desamparada,

sin remedio, sin posibilidades.

No tener fuerzas para nada,

no poder controlar lo que pasa,

no poder hacer nada,

no poder hacer nada.

Y finalmente

lo increíble es eso,

que ahora se cierre sobre nosotros,

es algo inimaginable,

no ocurrirá, no puede pasar,

tú no puedes pegarme a mí.

Antes de que tu mano me alcance

ya lo sé: esto no se abate sobre nosotros

por falta de amor,

sino por la desesperación del amor,

sin embargo es difícil de entender,

imposible de olvidar.


PRESAGIO (Cuento)

Caminaba por las calles vacías sin rumbo fijo, mi cuerpo estaba malogrado y herido, sin embargo mi mente se negaba a denunciar lo que me pasaba. Toda mi vida con él, me había acostumbrado a ser su sombra. La primera vez estaba embarazada de cinco meses y la paliza resultó tan cruel que tuve un parto prematuro; evidentemente mi hijo murió y se truncaron mis deseos de ser madre en un futuro. Ahí, quizás, tendría que haberme ido de su lado, pero no sé cómo me uní aún más a él, (¿dependencia?, ¿falta de personalidad?, ¿pocos recursos económicos?).

Lo cierto es que continué a su lado, siendo sometida a toda clase de vejaciones por su parte. Naturalmente las entradas en el hospital eran frecuentes, caídas en la ducha, en la escalera, un tropezón con la puerta. Y ahora, en las sombras de aquellas calles desconocidas, vagaba como una autómata y sólo quería que él me rescatara, ¿de qué? De pronto un mendigo me ofreció su mano y me acompañó a un hospital cercano. Allí fui atendida por los profesionales del centro y, después de las primeras curas, se presentó la policía y puse mi primera denuncia. Dos mujeres muy amables me hablaron de abusos, malos tratos, violencia de género. Yo estaba tan exhausta que solo quería irme a casa, pero ¿qué casa? ¿su casa? ¿mi casa?

¡Dios! la cabeza me daba vueltas, mientras el médico me decía que mi brazo fracturado necesitaba ser inmovilizado. Además me dijo que me darían unos puntos de sutura en el labio superior. No sé de dónde ni cómo, pero un espejo apareció ante mi cara, ahora tan desconocida para mí, y hubiese deseado que todo aquello fuese un sueño.

Al día siguiente amanecí en el hospital completamente confusa por tanta medicación. Allí estaban otra vez las dos mujeres, ellas me vistieron y me acompañaron a un vehículo estacionado fuera del hospital y me invitaron amablemente a subir. El viaje fue largo, pero de pronto me vi en una zona desconocida de la ciudad que podría ser el extrarradio, estacionamos delante de un edificio de nueva construcción y subimos en el ascensor a una planta (debido a un pequeño mareo no recuerdo el número). Cuando me repuse me hallaba en la entrada de un piso y ellas me sostenían, me acompañaron a una habitación y me acostaron. La cama parecía cómoda, entré rápidamente en un sueño profundo. Unas voces me despertaron y un rostro amable me ofrecía un vaso de zumo. Al no poder mover la boca, lo hice a través de un canutillo introducido en el vaso. Alguien, con gestos, me dijo algo así como que le contara lo ocurrido, me acercó una pizarra y yo escribí mi dirección y mi teléfono.

-¡No!-, me contestó.

-A tu casa ya no puedes ir, hemos denunciado a tu marido, tú misma pusiste la denuncia.

¿Qué pasaba?, no entendía nada. A los pocos días me encontraba algo más repuesta y sólo pensaba de qué manera podía huir de aquel sitio. Pronto tuve la ocasión y me escapé, busqué a Álvaro y éste me recibió con un abrazo.

Los días siguientes fueron como una segunda luna de miel, en todo momento estaba pendiente de mí, y yo me sentía feliz, como nunca lo había sido.

La noche del Día de los Enamorados celebramos una fiesta con los amigos, y al volver a casa, Álvaro me dijo:

-¿Por qué te has puesto esa ropa?

¡Allí estaba, el brillo fatídico en sus ojos! Entonces me di cuenta, un maltratador nunca cambia, quizás el cambio era un deseo mío (comodidad, miedo a la soledad). No pude responderle, de repente los golpes se sucedieron, sentía que la sangre resbalaba por todo mi cuerpo, sintiendo el sabor agridulce que deja al pasar por la garganta. El dolor era tan intenso que pronto desapareció. No sabía si habían pasado unos segundos, unas horas, cuando una voz dijo:

-¡Aquí, aquí!

-¡Todavía está viva!

Y eso fue lo último que pude oír. Una luz tenue al principio, pero brillante en el transcurso de un camino placentero, me llevó hasta un mar en calma (era el mar de mi niñez). Allí mi cuerpo fue introduciéndose sintiendo su cálido abrazo, entre sus aguas me sentí segura, poco a poco ellas me cubrieron abandonándome a mi destino.

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2 comentarios

Reyes  

Es un relato crudo, tanto como la realidad que tienen que vivir a diario cientos de mujeres. Sólo nos queda esperar que, poco a poco, vayamos inculcando una verdadera educación igualitaria y respetuosa, y que podamos llegar a conocer la extinción de esta detestable lacra presente en demasiadas culturas. Saludos.

7 de noviembre de 2010, 21:11

Me uno a esa esperanza.
Enhorabuena Ana.

7 de noviembre de 2010, 23:41

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