LA MÁQUINA DEL TIEMPO ** Manuel Espinosa ** Historia  

Publicado por: Pandora

Este viaje de La Máquina del Tiempo es un tanto especial, es un viaje por la historia pero también un viaje al más allá. Queremos con él acercarnos a la comprensión del fenómeno de la muerte.

Y es que la muerte a todos nos llega. Tarde o temprano. A ricos o a pobres. A creyentes o a ateos. A todos. Sin excepción.

Sin embargo no existe un universal sobre la muerte, podríamos decir que no se muere igual en África que en Europa, como no es igual morir en una comunidad primitiva o en un pueblo desarrollado. Y a juzgar por el testimonio que obtenemos en las distintas civilizaciones tampoco se moría igual en el pasado.

Hay, no obstante, dos grandes ideas que vertebran las principales tradiciones religiosas del mundo: la transmigración (paso del ser a otros estados de existencia) y la inmortalidad (existencia indefinida o infinita que supera a la muerte).

Hagamos un recorrido por las principales civilizaciones de la historia y las más importantes sociedades y religiones actuales, y descubramos cómo entienden la muerte cada una de ellas.

PREHISTORIA

Los primeros entierros de los que se tienen evidencias son de grupos de homo sapiens, y el hombre de Neanderthal (+/- 100 millones de años) es considerado el primero de ellos. Ha dejado testimonios de su espiritualidad y ejemplo de ello lo tenemos en los enterramientos, donde se ha podido observar el cuidado con que se disponían el suelo (cubriéndolo con cantos rodados), el cadáver (en posición encogida) y las ofrendas. Estas últimas prueban la creencia en una vida de ultratumba que requería la ayuda de los vivos. Pintaban a sus muertos con ocre rojo y las prácticas de lavar el cuerpo, vestirlo con ropas especiales y adornarlo con objetos religiosos o amuletos eran muy comunes. A veces al fallecido se le ataban los pies, tal vez con la intención de impedir que el espíritu salieradel cuerpo. Parece ser que la muerte era una realidad que no podía pasar inadvertida para estos hombres del paleolítico, dotados cada vez de mayor conciencia.

El hombre del neolítico continuará con manifestaciones de culto a los muertos. Las primeras comunidades neolíticas enterraban cuidadosamente a sus muertos, a quienes ofrendaban muchas veces vasijas con alimentos, pequeños objetos y otras piezas de ajuar, pero sin excesivas complejidades.

A partir de estos primeros momentos en la evolución del hombre se demuestra que no hay sociedad humana que no someta a sus difuntos a atenciones particulares, cuya función es integrar el fenómeno brutal e inevitable de la muerte y, en cierta forma, negarla. Así se explican las actividades frente a la descomposición del cuerpo y al espanto que suscita.

MESOPOTAMIA

La postura mesopotámica ante la muerte era bastante negativa. De acuerdo con su creencia la muerte implicaba el fin del hombre y, mientras su cuerpo se desintegraba, su etemmu se mantenía como "una versión cuasietérea, una silueta gaseosa y fantasmal y sólo perceptible -en determinadas condiciones- por la vista a modo de sombra y por el tacto, como una especie de soplo", cuyas condiciones de existencia en el inframundo eran lúgubres.

Al morir no se les ofrecía la posibilidad del juicio y de una posteridad acorde con sus méritos en vida. Los habitantes del "país sin retorno" estaban invariablemente condenados a permanecer en un "ámbito infernal frío, oscuro y tétrico (…) [en estado] inmóvil, semiadormecido, bebiendo lodo y comiendo cieno, desnudos de todo y mendigando de los vivos recuerdos y ofrendas".

Necesitaban, no obstante, que los funerales fueran llevados a cabo de forma adecuada y, posteriormente, debían mantener la memoria del difunto. De no respetarse estos preceptos se corría el riesgo de que los espíritus, atormentados por el abandono, dejaran su tumba para implorar lo que les correspondía e inquietar a los vivos.

EGIPTO

Los antiguos egipcios que, como aseguraba Herodoto, fueron "los más religiosos de todos los hombres", morían preocupados por su comparecencia ante el tribunal de Osiris con el alegato de su justificación bien aprendido. Nadie como ellos buscaron en los profundos arcanos de la muerte. Rendían culto a las almas de los muertos y no temían por ellas, en el sentido material de la palabra, mientras sus cuerpos no fuesen destruidos o sus imágenes se perpetuaran en la piedra. Esto explica el rito de los embalsamamientos por ellos practicados, y la profusión de momias y estatuas lo confirma. Así pues, los antiguos egipcios, aún después de morir, se resistían a abandonar los espacios vitales de la naturaleza y de lo divino.

Los egipcios consideraban que toda persona tenía tres partes: el cuerpo, el ka y el alma. El cuerpo vivía esta vida como un hecho pasajero, mientras que el ka o doble era la fuerza vital que sobrevivía después de la muerte y quedaba en esta vida. El alma se manifestaba en este mundo por los sentimientos y las acciones; era inmortal e inmaterial.

A la muerte del individuo, el alma debía hacer el viaje al más allá para ser juzgada. Era conducida a un tribunal de cuarenta y dos jueces (demonios, constituidos en acusadores del difunto) presidido por el dios de los muertos Osiris (el dios que, a su vez, fue despojado de la vida). Allí sus acciones eran pesadas por el dios Anubis en una balanza mientras el dios Tot desempeñaba la función de “secretario”. Si no tenía pecados pasaba a gozar de los beneficios del reino de Osiris y a ser como los propios. Si los tenía, iba al Duat, lugar donde carecía de libertad. Antes de dictarse la sentencia, el alma debía justificar ante el tribunal su comportamiento en esta vida, para lo cual le servía el Libro de los Muertos, conjunto de consejos propios para la actuación en el otro mundo.

GRECIA

El culto a los muertos para los griegos antiguos se centraba en la idea de la inmortalidad del alma. Los fallecidos eran considerados seres sagrados a los que había que augurar su felicidad, por lo que los familiares ofrecían comidas fúnebres en su honor. El acto funerario para los griegos era muy importante, pues negar sepultura a un cadáver era condenar a vagar al alma del difunto y, por consiguiente, crear un peligro a los vivos. Era esencial que un griego fuera enterrado o incinerado en su patria.
Una vez fallecido, del difunto se encargaba su familia más allegada, que preparaba y amortajaba al finado sometiéndolo a un baño de agua y otro de aceite aromático. Lo envolvían en un sudario dejando el rostro al descubierto y se le adornaba con algunas alhajas. Lo más significativo y lo que ha pasado a la historia como leyenda tradicional es la moneda que ponían en la boca del fallecido. Este óbolo era de poco valor económico pero de mucho valor simbólico. La moneda serviría para pagar a Caronte, que según la mitología griega era el barquero que transportaría el alma del difunto hasta su destino final, el Hades.

Así en la mitología griega existía un dios de los muertos, Hades, que gobernaba los infiernos y acabó dándole nombre a esos dominios. Entre sus atributos está, además de un cetro para conducir y gobernar a los muertos, un lúgubre carro de caballos negros que recuerda los carruajes de la iconografía vampírica.

En algunos textos clásicos, por ejemplo de Esquilo, se describe a Hades como el príncipe de los infiernos que pide cuentas a los difuntos y decide sobre sus destino en el más allá.

ROMA

En la Roma clásica existía una mayor libertad para que el individuo realizara su propio “plan de salvación” de acuerdo a sus creencias, puesto que en cierta medida el Imperio Romano era multicultural. El objetivo común, sin embargo, era el mismo, la búsqueda de la protección de los dioses en el tránsito y evitar a los familiares la angustia ante el desconocimiento del destino del difunto. El propio Cicerón deja ver en uno de sus textos las múltiples concepciones que existían sobre lo que sucede con el alma y el cuerpo: “Existen algunos que defienden que la muerte es la separación del alma del cuerpo, otros sostienen que no se produce ninguna separación, sino que alma y cuerpo perecen juntas y que el alma se extingue con el cuerpo. Entre aquellos que sostienen la tesis de la separación del alma, unos aseguran que esta última se disipa rápidamente; otros, sin embargo, que vive eternamente”.

En cualquier caso, las corrientes filosóficas que más aceptación tuvieron en Roma, epicúreos y estoicos, mantuvieron un cierto escepticismo ante la muerte. Los primeros tenían como base la búsqueda de la felicidad en vida y la observación del entorno mediante la racionalidad. Tenían que eliminar las supersticiones de los hombres, siendo la muerte tan sólo un miedo más a eliminar. Afirmaban abiertamente la inexistencia del más allá y la creencia de que el cuerpo y el alma morían al mismo tiempo.

Para el estoicismo la muerte era una ley de vida que se debía aceptar, y arremetieron contra la creencia de un más allá.

Conocer la influencia que ambas corrientes tuvieron entre la población es difícil, pero quizás fueran líneas de pensamiento que se dieran más entre grupos de la élite y entre pensadores que entre el resto de la plebe, quienes en mayor o menor medida creerían en un más allá. La mayor parte de los romanos eran bastante supersticiosos en todos los ámbitos de la vida.

SOCIEDADES PRECOLOMBINAS

En las sociedades precolombinas de América la muerte era un acontecimiento muy ritualizado, lo que obligaba a ceremonias de todo tipo, adornadas de ofrendas, alimentos y objetos de acompañamiento y regalos de mucha utilidad durante el largo viaje que se iniciaba tras la muerte. Entre los indígenas americanos se creía que el alma de los difuntos viajaba a otra parte del universo, donde disfrutaba de una vida placentera mientras que desarrollaba las actividades cotidianas. El alma de los desdichados o perversos, vagaba por los alrededores de sus antiguas viviendas, provocando desgracias.

Entre los Mayas se diferenciaba el enterramiento según la clase y categoría del muerto. La gente ordinaria se enterraba bajo el piso de la casa, pero los nobles solían ser incinerados y sobre sus tumbas se erigían templos funerarios.

Así lo establecían los Zapotecas de México. Para los indígenas que habitaron la actual región costera del oriente venezolano, cuando se trataba de caciques o jefes principales, los cadáveres eran desecados al fuego y los huesos pulverizados eran ofrecidos a todos los presentes, mezclados en una bebida fabricada con grasa que había destilado el cadáver durante la cocción. El alimento podía convertirse en el instrumento que pusiera al hombre en relación estrecha con lo sagrado (ofrenda a los muertos, a los dioses).

Los Aztecas, que creían en la existencia de paraísos e infiernos, preparaban a los difuntos para un largo camino lleno de obstáculos. Tenían que pelear para poder llegar al final y ofrecer obsequios y regalos al señor de los muertos, que decidía su destino final. Mictecacihuatl, o Señora de la Muerte de los aztecas, es otra de las deidades responsables de los muertos, a veces representada con cabeza de calavera y vistoso tocado como las “catrinas” actuales del Día de los Difuntos.

INDIA

En los libros Vedas de la India se destaca la metempsicosis, que es la transmigración o reencarnación de las almas individuales. Afirmaban que el alma no ofrece ningún alivio porque renace en otro cuerpo; enseñaban que, de acuerdo con la conducta que se había tenido se podía ascender o descender en la reencarnación. Si se pertenecía a una casta inferior y se había mostrado una conducta correcta, se renacía como miembro de una casta superior; por el contrario, si la conducta había sido incorrecta, se volvía a vivir como seres de castas inferiores o incluso como animales. Estas ideas se fueron transformando con la aparición del Jainismo y del Budismo. El Jainismo pretendía acabar con la idea de la transmigración del alma y destruir así uno de los elementos que, de manera firme, apoyaba al sistema de castas. El budismo, por su parte, estableció la negación del alma y afirmó que la pasión es la fuente de todo mal, y que no puede ser satisfecha jamás; recomendaba entonces el control y el total abandono de los deseos. En el budismo, Yama, representado como un ser de ojos saltones oscuros, piel azul y características de distintos animales, es dios y juez de los muertos.

Una de las costumbres más impactantes que tenían lugar en algunos grupos de la India era el suttee, que consistía en que la mujer del difunto se autoincineraba en la pira funeraria del marido. Finalmente las cenizas se depositaban en un río considerado sagrado.

CHINA

Los chinos, al igual que otros pueblos del sudeste de Asia, creen en la inmortalidad del alma. Como tal, respetan no sólo a sus ancianos que aún viven, sino también a sus ancestros fallecidos. Cuando ocurre una muerte, se llevan a cabo ritos fúnebres elaborados (taoístas, budistas, o una combinación de ambos). Por respeto, los miembros de la familia se abstienen de comidas abundantes o celebraciones de cualquier tipo durante siete períodos de luto, cada uno de los cuales dura siete días. En caso del fallecimiento de uno de los padres, abuelos o bisabuelos, cualquier miembro de la familia que tenga planes de casarse, debe hacerlo durante los primeros cien días después de la muerte, de lo contrario debe esperar un año para casarse. Después de que el período del funeral termina, los miembros de la familia continúan realizando ritos ceremoniales y rindiendo tributo al alma del fallecido en el aniversario de su muerte, el Día de los Difuntos y en otros festivales importantes. Los funerales se efectúan en la forma de cremaciones o entierros; si la persona es enterrada, después de que hayan transcurrido unos siete años los huesos serán sacados ritualmente, limpiados y vueltos a enterrar.

Uno de los monumentos funerarios más impresionantes de China es el formado por el ejército de terracota de los guerreros de Xi’an. Formaba parte del mausoleo del Emperador Qin Shi Huang y consistía en más de 7.000 figuras de guerreros de terracota en tamaño real, caballos y hasta carros de guerra, hechos de una mezcla de arcilla y tierra.

Al creer los chinos en la vida después de la muerte, este ejército fue creado para el Emperador Qin después de su deceso para que lo sirvieran en el más allá. Cuando fue descubierto, el ejército estaba dispuesto en una formación completa de batalla, e incluía infantería parada, arqueros arrodillados y aurigas con caballos. Las figuras estaban hechas meticulosamente y tenían diferentes rasgos, expresiones faciales y peinados. Los oficiales se distinguían por sus uniformes.

JUDÍOS, ORTODOXOS E ISLÁMICOS

La mayoría del pueblo judío, con excepción de algunos justos, era y sigue siendo materialista. Sitúa en este mundo el premio y el castigo de las buenas o malas acciones y considera la Mansión del Señor inaccesible a los mortales. La muerte, para muchos de ellos, significa carroña y fin de todo. Interpretando a los profetas a modo de oráculos políticos, el Mesías se define en sus mentes, no como Redentor del género humano, sino como una especie de caudillo que levantará al pueblo elegido de su postración y lo sacará del oprobio.

Para el pensamiento ortodoxo la muerte está decretada a los hombres por Dios y su hora es incierta. Deben mirarla como sacrificio grato al Todopoderoso. Es puerta de acceso a la inmortalidad y por ello la muerte de los seres queridos no debe contristarlos.

Los árabes, a través de Mahoma y los preceptos del Corán, entienden que la vida del hombre está predestinada y que el juicio final y la reencarnación existen.

CRISTIANOS

Las visiones de los cristianos de la vida después de la muerte generalmente involucran el Cielo (también llamado Paraíso) y el Infierno. El catolicismo, desde los primeros siglos cree en un lugar intermedio llamado Purgatorio. A excepción de este último (cuyos habitantes entrarán finalmente al Cielo, después de una "purificación"), la permanencia en estas regiones es usualmente asumida como eterna.

Muchos cristianos interpretan la "salvación" como la posibilidad de entrar al Cielo como don de Dios (y escapar del Infierno) después de la muerte. La pregunta de "quién es salvo" ha sido considerada como un misterio por muchos teólogos. La creencia de que todos serán o pueden ser salvos se conoce como universalismo.

Generalmente no está claro cómo la vida después de la muerte se ajusta con la doctrina de la Resurrección General, en cuestiones como, por ejemplo, si la vida eterna comienza inmediatamente después de la muerte, o al final del tiempo; y si esta vida después de la muerte involucrará la resurrección de un cuerpo físico o en una forma espiritual glorificada. La mayoría de los cristianos aseguran que un alma sin conciencia sobrevive a la muerte física del cuerpo, aunque otros rechazan esto diciendo que solamente los buenos serán físicamente "resucitados", mientras que los otros permanecerán en la tumba.

Hoy, como ayer, seguimos dando explicaciones distintas, e incluso contradictorias, al hecho de la muerte según nuestras distintas culturas y creencias, y siempre con un halo de misterio, incertidumbre y angustia.

Unamuno lamentaba su incomprensión acerca de la muerte diciendo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué he de morir?”. Y sin embargo añadía: “Sólo se puede entender la vida a la luz de la muerte, prepararse para morir es vivir naturalmente”.

A continuación os dejo un documental titulado “¿Qué es la Muerte? Una aproximación Antropológica, Histórica y Filosófica”, elaborado por la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia). Como siempre, espero que os resulte interesante.


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7 comentarios

Anónimo  

Manolito eres único en historia,que paciencia y ganas de mostrarnos lo poco que sabemos de ella ,gracias por ser como eres

31 de octubre de 2010, 11:59

Muchas gracias Antonio. Un placer compartir información con vosotros.
Saludos.

31 de octubre de 2010, 14:28

Nunca la muerte ha pasado inadvertida por ninguna de las civilizaciones que conocemos. Llega hasta tal punto la arrogancia del hombre que es incapaz de aceptarla como tal. Creo que se confunden los términos "alma" y "recuerdos". Se dice que el alma persiste entre los vivos y tal, pero no creo que se trate tanto de un ente divino como de un mero recuerdo, una simple nostalgia. Personalmente creo que este es el tema mas simple, y misterioso a la vez, de la vida.

Si es cierto que, históricamente, esta ligada al fenómeno religioso, tanto es así que se afirma que el hombre empieza a manifestar rasgos religiosos a partir de los primeros enterramientos. Por lo tanto, en mi opinión, el echo de llevar a cabo cualquier ceremonia funeraria, pertenezca o no a grupos religiosos, deja constancia de la gran huella que tiene la religión en cualquier sociedad, por muy atea que se considere. El echo de llevar flores, visitar una tumba, decir unas palabras en el entierro (típica costumbre americana), hacer un homenaje póstumo... cualquier rito así tiene sus raices religiosas. Se trata de algo imborrable en cualquier cultura. Gracias Manolito por este viaje.

6 de noviembre de 2010, 19:46

Pues sí Rafa, estoy de acuerdo contigo. El aspecto religioso juega un papel fundamental en el tratamiento que cada cultura da al hecho de la muerte.
Gracias a ti por complementar el artículo.
Un saludo.

7 de noviembre de 2010, 23:39

Estupendo el documental, Manolito. También he estado leyendo los apuntes que tomaste y me enviaste relativos al orígen del Halloween norteamericano. Tenías razón, no casaban muy bien para combinarlo con La Máquina del Tiempo de este mes, pero son muy completos: Se puede rastrear la historia desde los inmigrantes irlandeses hasta la actualidad, prácticamente. Origen de la palabra, la costumbre de las calabazas...está todo. Muy interesantes. Quizá para otra ocasión.

8 de noviembre de 2010, 21:08

Sí, queda pendiente para otra ocasión lo de Halloween.
Gracias Millán. Nos vemos.

9 de noviembre de 2010, 23:03
Reyes  

Muy interesantes el artículo y el documental.Saludos.

11 de noviembre de 2010, 23:45

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